Cuando los 102 fundadores de Arequipa entre los que se encontraban distinguidos caballeros castellanos, hidalgos extremeños, algunos andaluces y dos de los “Trece del Gallo” que acompañaron a Pizarro, resolvieron levantar una ciudad en lo que apenas era un racimo de pueblecitos indígenas dispersos, el Curaca de Arequipa era un noble de la corte del Inca, de nombre Ripacha.
Vivía junto al río, en las tierras que hoy ocupan la Universidad Católica San Pablo y Parador Molino Blanco. Los españoles reconocieron la autoridad de Ripacha, le concedieron honores y obtuvieron del Rey de España un edicto real otorgándole título y privilegios.
Probablemente a mediados del siglo XVII se construyó el que entonces se llamó el Molino de Ripacha, por estar ubicado junto a las tierras del Curaca. No he podido encontrar registro histórico de la construcción, ni de su dueño original. Lo que resulta evidente es que se construyó por manos expertas, con grandes muros laterales de más de un metro de ancho, capaces de soportar la extensa y elevada bóveda central, que ha resistido durante algo más de 400 años todos los sismos y desastres telúricos que azotaron Arequipa.
El Curaca de Arequipa era un noble de la corte del Inca, de nombre Ripacha.